Dia mundial de la adopción

Quiero a través de este pequeño escrito felicitar a todos los niños adoptados

Sabemos que ellos han recorrido un camino difícil hasta llegar a su nueva familia. Al inicio de sus vidas hubo dolor, desamparo, soledad, miedo. Una vez realizado el acoplamiento a la nueva familia, estos niños y niñas tuvieron la fuerza y valentía de aprovechar una segunda oportunidad que les ha brindado la vida, de crecer en otra familia. La adopción pone de manifiesto que lo esencial de la maternidad y la paternidad no se juega en el plano de lo biológico, sino en el orden de lo simbólico, es decir en el deseo de hijo. Haber encontrado padres que, con su deseo, cariño y paciencia los convirtieron en sus hijos. (Capacidades parentales)

Toda adopción se inicia con un acto jurídico que enraíza al niño en una nueva genealogía. A partir de ahí da comienzo la adopción subjetiva, ya presente en sus padres desde el inicio del proceso. Esta etapa es más larga y compleja que la anterior, porque pone en escena la singularidad de cada uno de los actores. Ella une los destinos de padres e hijos. Al inicio fueron lejanos y gradualmente los acerca a lo más íntimo: la construcción de la familia adoptiva. Para que ello se logre con éxito esa adopción subjetiva debe comenzar por los padres y concluirá cuando el niño/a ya se sienta seguro, porque ha encontrado su lugar para siempre. Reitero, la adopción subjetiva es un proceso mutuo, recíproco y asimétrico, que culmina con la aceptación de ese niño, que ya se siente hijo de esos padres. Hasta lograrlo, éste pasa por muchas etapas: el desconocimiento de lo nuevo, el miedo a la repetición de la deprivación temprana, es decir volver a repetir los traumas más primarios, estar de paso en esa familia siguiendo la línea de la precariedad de sus vínculos. Necesitará mucho tiempo de estabilidad emocional y constancia de su hábitat, para barruntar que algo nuevo se ha producido: comprobar que hay constancia en sus rutinas, que se acrecientan los vínculos con sus padres adoptivos para que la precariedad vivida y sentida hasta entonces vaya cediendo espacio a la seguridad, la constancia, la creación de buenos momentos. La dedicación de sus padres, el acompañamiento que llevan a cabo centrado en el hijo/a, el sostén emocional. Momentos de alegría y lúdicos, encuentros fundacionales. Todo ello instaura un proceso de reaseguramiento de su lugar de hijo. Será entonces cuando los acepte como padres. Esa nueva familia le da ánimos, lo consuela en su llanto, su angustia, lo escuchan, juegan con el/ella, le hablan, le hacen sentir calidez y ese nuevo sitio comienza a convertirse en su hogar. Los ha hecho suyos, pertenece a esa familia y ahora, como hijo, crece en su mejor lugar. Cuando esto ocurre se ha identificado simbólicamente con ellos y construye a partir de ahí su identidad.

Todo niño adoptado debe saber desde su corazón que empieza a crecer para alguien, porque eso es lo que inicia la cicatrización de las heridas y permite superar progresivamente el duelo por lo perdido, su único mundo hasta entonces: sus cuidadoras, sus compañeritos, sus olores, su comida, su hábitat, a veces su lengua originaria. En suma, lo que hasta entonces fue su mundo. La entrada en familia es el comienzo de su curación. Luego, en función de cómo evolucione, se procederá a atender sus áreas más rezagadas, con una asistencia profesional especializada para poderlas resolver. El impacto en lo físico es lo primero que recupera.

No es una balsa todo este proceso, más bien es como un río revuelto. Esta transformación de extraños en familia no se produce sin conflictos, angustias, miedos, interrogantes, tanto en los padres como en el hijo/a. Es un camino que va avanzando con altibajos, transformando la relación entre ellos. Superaron sinsabores, miedos, impaciencias, hasta lograr conocerse y entenderse como familia.

Los profesionales hemos ayudado a que la convivencia fuera un campo abierto de situaciones positivas, de tolerancia, de comprensión frente a los desajustes. La capacidad de los padres de sentirse responsables, pacientes, marcando unos límites precisos, creando normas y favoreciendo el conocimiento de los lugares diferenciales de cada uno de ellos. Consolidando vínculos de apego lo más seguros, que promuevan el desarrollo de los hijos.

Una relación de asimetría simbólica, tal como la plantea Piera Aulagnier, en la cual los padres establezcan con claridad los límites. Esas líneas imaginarias por donde transcurre la vida de los hijos, favoreciendo la contención emocional, la seguridad y la constancia para que el sentimiento de inestabilidad y pérdida que traen consigo, se convierta en la seguridad de sentirse en el hogar para siempre. Superando un poco más, el miedo al abandono.

En el día de homenaje a los niños y niñas adoptadas, no quiero dejar de señalar que la adopción es un proceso complejo, regulado por organismos especializados, autorizados en cada CCAA, con padres que deben obtener una Idoneidad, una preparación previa que les permita saber que han sido considerados aptos, idóneos por unas entrevistas psicosociales, unos certificados médicos, unos niveles de ingreso, una estabilidad en la pareja, sostén familiar y social, una vivienda adecuada, características personales, motivación acorde, capacidades parentales, etc. que concluyen con un Informe psicosocial que así lo acredita.

Como bien decía Freud la maternidad y la paternidad es el oficio más difícil. No hay padres perfectos (Bruno Bettelheim) pero cuanto mejor puedan aceptar ser tolerantes con los conflictos, autocríticos, contendores, mejor desempeñarán su función. La parentalidad los implica en su historia personal, en la elaboración de su propia castración, en el legado asumido de sus padres, en el trabajo personal de cada uno para superar sus propias frustraciones y dolores, lo más profundo de su subjetividad e historia personal. En su capacidad de establecer vínculos, en la superación de sus embarazos perdidos, las TRA que no funcionaron, en su singularidad, que les hacen disponer de mayores recursos para ejercer una función maternal y paternal y adaptarse a funcionar de a tres, en especial en parejas que han pasado mucho tiempo de convivencia esperando tener descendencia. Aprender a compartir la crianza de un hijo/a sin hacer alianzas con él/ella dejando al otro de la pareja fuera.

En resumidas cuentas:

Procurar contención emocional

  • Transmitir normas claras y precisas
  • Brindar seguridad y estabilidad
  • Permitir una buena comunicación para que en su momento se pueda trabajar el tema del origen en las distintas etapas de su vida.
  • Establecer una vinculación próxima, cálida y tolerante
  • Aceptar el duelo por la no gestación de ese niño/a
  • Entender la relación fantasmática con la familia de origen tanto por parte de los padres como en los hijos.

Esto acontece en toda adopción, nacional o internacional, monoparental, homoparental, en familias ensambladas, con o sin hijos previos, biológicos o adoptivos, en los que los padres deben estar capacitados personalmente para el desafío que constituye la parentalidad adoptiva. La capacitación es poder superar conflictos, elaborar duelos, ser flexibles, tolerar la frustración, aceptar los propios límites. Es contener la ansiedad, tener confianza y paciencia, paciencia, paciencia.

En relación a los hijos adoptivos:

  • Cuanta aptitud de mentalización tiene: se encierra o busca apoyo
  • Se atribuye a sí mismo la causa de la injuria y se culpabiliza o puede escuchar a sus
  • padres e ir desculpabilizándose
  • Analizar las reacciones del entorno familiar y social que lo rodean: los mitos y
  • prejuicios de su entorno
  • La sobreprotección o la exigencia
  • Una crianza basada en la autonomía progresiva o en la dependencia constante.

La familia adoptiva es singular, diferente, como lo son las familias monoparentales, ensambladas, sin que tengan que perder su singularidad. Cada familia tiene su especificidad, no es por ello mejor o peor que otras. Su diferencia no es valorativa. Es diferente, por tanto, no lo debe perder.

 

Centro Kune
Beatriz Salzberg
Carmen Cano